No necesito explicar o justificar mis emociones para legitimarlas y sentirlas.
Soy suficiente tal como soy.
Ser vulnerable es lo opuesto a ser débil, ser vulnerable es el mayor acto de valentía.
Está bien decir que no sin más justificación.
Las cosas se pueden hacer por alegría y no por deber.
No necesito identificarme con lo que «hago» ahora, con «las situaciones» con circunstancias externas o con lo que la gente dice de mí o hace a mi alrededor, soy más que eso.
El “tiempo”, el “día”, y mi “jefe” son neutrales, cada vez que agrego “mal”, “horrible o “devastador”, es mi propia interpretación.
Abrazo la incertidumbre como mi aliada diaria.
Escucho mi cuerpo y mis necesidades en primer lugar.
Recuerdo permanecer desapegado de las personas, los resultados y las situaciones.
Ya no tengo la necesidad de culpar a los demás ni a mí mismo.